María, una madre que tuvo que dejar su pueblo
La pobreza azota con el látigo de la cruda realidad en las calles de nuestra ciudad. Trujillo, una vez más, se convierte en el albergue de innumerables casos de indigentes que mendigan todos los días en busca de un pan, un plato de comida en el almuerzo, un si a todas sus necesidades. Dos casos que podemos ver es el de María, una madre que dejó su tierra hace unos días y que no la pasará muy provista de regalos este Día de la Madre, mientras que por otro lado tenemos a Diego, un niño de diez años que se gana la vida vendiendo dulces.
Una bolsa de caramelos en el piso, una pollera vieja y polvorienta y dos niños en cada brazo; es el aspecto de María Cerrón Chávez; una efigie de la pobreza en nuestra ciudad. Hace un mes tuvo que dejar su pueblo natal Porcón –Cajamarca- con sus hijos y su esposo, José Cuevas Valdéz para conseguir mejores ingresos.
Todos los días, María se levanta a las 6 de la mañana para vestir a sus mellizos, Elías y Esther, quienes acaban de cumplir 5 años el mes pasado. Al terminar el desayuno, tres panes y una taza de avena, la madre sale con sus hijos de aquel terreno alquilado por su marido ubicado en la calle Nápoles de la Urbanización Jorge Chávez. Después viene a un rinconcito de la cuadra 5 del jirón Pizarro a continuar con el trabajo de cada día; vender caramelos, chicles y tofis.
María, al igual que otras mujeres pobres oriundas del Perú, es sinónimo de negligencia emocional, falta de educación, falta de mejores alternativas. Ahora, con 40 años de edad, Cerrón Chávez se lamenta y renegando de su suerte dice. “Ya me regreso a mi tierra dentro de 20 días”.
¿Te alcanza el dinero para pagar el arrendamiento del terreno donde vive?
Es que al mes sacamos cuarenta soles, a las justas. Eso nos alcanza solo para el local pero ya no este mes porque nos vamos a ir. Hemos tenido que dejar de comer por pagar ese terreno.
¿Por qué viniste aquí en Trujillo?
Vine acá por mejores oportunidades para mis hijos, aunque sea para comprarles un tarro de leche.
¿Siempre fuiste muy pobre?
No, no así. Lo que pasa es que cuando tenía 20 años me escapé de mi casa. Abandoné la casa de mis padres para irme con mi esposo.
¿A qué te dedicabas en Cajamarca?
También vendía caramelos.
¿Te dedicabas a otros quehaceres?
Bueno, a veces lavaba ropa y cocinaba para algunas señoras.
Los mellizos están con gripe. Elías, de aspecto inquieto, besa a su madre y se recuesta en sus faldas para contrarrestar el intenso frío que recorre la ciudad en las últimas horas de la tarde. Esther, una muñequita, se mantiene sonriente y callada, observa las calles de lado a lado esperando que alguien se compadezca de su humilde condición. Ellos ya van al nido, en Cajamarca. María ha tenido que pedir permiso a la profesora para venir a Trujillo con los pequeños.
Al acercarme a ellos les pregunté qué es lo que querían ser cuando lleguen a ser jóvenes. Elías, aún confundidos y timoratos no respondieron. La madre solo contesto que iba a llevarlos a la universidad para que estudien, a toda costa.
¿Cuánto ganas al día?
Tres solsitos nada más, señor. Es lo único que se puede en esta época.
A pesar de ello, María afirma que si completa sus tres comidas al día: desayuno, almuerzo y cena. Para el almuerzo y la cena, María y su familia solamente comen arroz, algunas veces acompañado de un huevo frito o lenteja serrana.
En este día de la madre, María no la pasará a lo grande. Los gastos se van sumando y ellos tienen que regresar pronto a su tierra. Aún así ven como la gente los ignora y prefieren no mirar a aquella realidad que se trata de la pobreza extrema en nuestro suelo patrio.
La reducción de la población iletrada en las zonas rurales también es mayor, habiéndose logrado descender de 29.8 por ciento (censo de 1993) a 19.7 por ciento (censo de 2007), lo que constituye una disminución de 10.1 por ciento. Sin embargo, su condición no le ha permitido seguir adelante y dar más por si misma y su familia. Es una lástima que gente tan dispuesta físicamente para permanecer horas sentado en una calle pidiendo limosna o vendiendo caramelos no pueda valerse por si misma de otra forma. Y es que, las oportunidades no son iguales para todos en un ambiente de ignorancia y falta de información.
Diego, un trabajador precoz
Las calles de la ciudad amenazan aún con una fuerte ola de frío a tempranas horas de la noche; sin embargo, él sigue sentado en aquel pasaje de la calle Orbegoso, justo al costado de la casa de la Emancipación. Se trata de Diego Joel Alfaro García, quien con tan sólo 10 años ya trabaja para pagar sus útiles escolares.
Sus padres, Mario Alfaro Peña y Luisa García Noriega, también venden en las calles del centro. “Por allá están”, manifiesta Diego mientras mira atentamente a cada taxi que pasa y cada persona que transita. Muy atento a su pequeña bolsa de dulces, Diego espera a que nadie lo ignore. Sin embargo, no basta con solo estar sentado y mirar. Por esa razón, él no calla y, de manera avispada, seduce a los transeúntes con una voz delicada que hasta el más duro de los hombres se conmovería.
¿Dónde vives?
En el Alto Trujillo.
¿A qué hora terminas de trabajar aquí?
Desde las siete hasta las nueve de la noche.
¿Cómo haces para regresar a tu casa desde tan tarde?
Me voy en colectivo nomás.
¿Cuánto tiempo llevas trabajando?
Dos meses recién.
Son diez soles diarios lo que gana al día. No se puede quejar, le gusta lo que hace y es que, ya encontró nuevos amigos. Unos de ellos, es su mejor amigo, César. Diego dice que la otra vez se peleó con él porque César es muy espeso y la última vez le dio un puñetazo en la cara. Los dos están aún peleados.
Una de las aspiraciones de Diego es ir a la universidad y sabe que si persevera mucho lo logrará. Lamentablemente, cinco de cada diez niños realmente lo logran. La educación aun sigue siendo un asunto a tratar profundamente porque anda muy mal.
¿En qué colegio estudias?
Yo, acá en el colegio Municipal. Queda por el mercado Unión.
¿En qué grado estás?
En quinto grado de primaria.
¿Qué quieres ser cuando seas grande?
Quiero ser policía y también abogado.
¿Por qué quieres hacer eso?
Para agarrar a los choros que paran por mi casa molestando.
Su hermanito se llama Eduardo y es cuidado por Diego cuando él no está ocupado. “Mi hermanito también va a ser policía como yo”, dice el humilde niño con un rostro maltratado por el cansancio y la falta de higiene.
El Perú, afortunadamente, viene disminuyendo su nivel de pobreza, la que, de afectar al 44.5% de su población en el año 2006, ha pasado a afectar al 39.3% en el 2007. Ello le ha permitido descender un puesto en este poco halagüeño ranking, pasando del puesto 9 al 10. No obstante, se debe señalar que el porcentaje de nuestro país se ubica aún muy por encima del promedio latinoamericano, el cual es de 34.0%. A pesar de la crisis mundial financiero del año pasado (2008), nuestro país se sabe mantener y no se ha producido un incremento en los niveles de pobreza en nuestra ciudad y otros pueblos.
La pobreza azota con el látigo de la cruda realidad en las calles de nuestra ciudad. Trujillo, una vez más, se convierte en el albergue de innumerables casos de indigentes que mendigan todos los días en busca de un pan, un plato de comida en el almuerzo, un si a todas sus necesidades. Dos casos que podemos ver es el de María, una madre que dejó su tierra hace unos días y que no la pasará muy provista de regalos este Día de la Madre, mientras que por otro lado tenemos a Diego, un niño de diez años que se gana la vida vendiendo dulces.
Una bolsa de caramelos en el piso, una pollera vieja y polvorienta y dos niños en cada brazo; es el aspecto de María Cerrón Chávez; una efigie de la pobreza en nuestra ciudad. Hace un mes tuvo que dejar su pueblo natal Porcón –Cajamarca- con sus hijos y su esposo, José Cuevas Valdéz para conseguir mejores ingresos.
Todos los días, María se levanta a las 6 de la mañana para vestir a sus mellizos, Elías y Esther, quienes acaban de cumplir 5 años el mes pasado. Al terminar el desayuno, tres panes y una taza de avena, la madre sale con sus hijos de aquel terreno alquilado por su marido ubicado en la calle Nápoles de la Urbanización Jorge Chávez. Después viene a un rinconcito de la cuadra 5 del jirón Pizarro a continuar con el trabajo de cada día; vender caramelos, chicles y tofis.
María, al igual que otras mujeres pobres oriundas del Perú, es sinónimo de negligencia emocional, falta de educación, falta de mejores alternativas. Ahora, con 40 años de edad, Cerrón Chávez se lamenta y renegando de su suerte dice. “Ya me regreso a mi tierra dentro de 20 días”.
¿Te alcanza el dinero para pagar el arrendamiento del terreno donde vive?
Es que al mes sacamos cuarenta soles, a las justas. Eso nos alcanza solo para el local pero ya no este mes porque nos vamos a ir. Hemos tenido que dejar de comer por pagar ese terreno.
¿Por qué viniste aquí en Trujillo?
Vine acá por mejores oportunidades para mis hijos, aunque sea para comprarles un tarro de leche.
¿Siempre fuiste muy pobre?
No, no así. Lo que pasa es que cuando tenía 20 años me escapé de mi casa. Abandoné la casa de mis padres para irme con mi esposo.
¿A qué te dedicabas en Cajamarca?
También vendía caramelos.
¿Te dedicabas a otros quehaceres?
Bueno, a veces lavaba ropa y cocinaba para algunas señoras.
Los mellizos están con gripe. Elías, de aspecto inquieto, besa a su madre y se recuesta en sus faldas para contrarrestar el intenso frío que recorre la ciudad en las últimas horas de la tarde. Esther, una muñequita, se mantiene sonriente y callada, observa las calles de lado a lado esperando que alguien se compadezca de su humilde condición. Ellos ya van al nido, en Cajamarca. María ha tenido que pedir permiso a la profesora para venir a Trujillo con los pequeños.
Al acercarme a ellos les pregunté qué es lo que querían ser cuando lleguen a ser jóvenes. Elías, aún confundidos y timoratos no respondieron. La madre solo contesto que iba a llevarlos a la universidad para que estudien, a toda costa.
¿Cuánto ganas al día?
Tres solsitos nada más, señor. Es lo único que se puede en esta época.
A pesar de ello, María afirma que si completa sus tres comidas al día: desayuno, almuerzo y cena. Para el almuerzo y la cena, María y su familia solamente comen arroz, algunas veces acompañado de un huevo frito o lenteja serrana.
En este día de la madre, María no la pasará a lo grande. Los gastos se van sumando y ellos tienen que regresar pronto a su tierra. Aún así ven como la gente los ignora y prefieren no mirar a aquella realidad que se trata de la pobreza extrema en nuestro suelo patrio.
La reducción de la población iletrada en las zonas rurales también es mayor, habiéndose logrado descender de 29.8 por ciento (censo de 1993) a 19.7 por ciento (censo de 2007), lo que constituye una disminución de 10.1 por ciento. Sin embargo, su condición no le ha permitido seguir adelante y dar más por si misma y su familia. Es una lástima que gente tan dispuesta físicamente para permanecer horas sentado en una calle pidiendo limosna o vendiendo caramelos no pueda valerse por si misma de otra forma. Y es que, las oportunidades no son iguales para todos en un ambiente de ignorancia y falta de información.
Diego, un trabajador precoz
Las calles de la ciudad amenazan aún con una fuerte ola de frío a tempranas horas de la noche; sin embargo, él sigue sentado en aquel pasaje de la calle Orbegoso, justo al costado de la casa de la Emancipación. Se trata de Diego Joel Alfaro García, quien con tan sólo 10 años ya trabaja para pagar sus útiles escolares.
Sus padres, Mario Alfaro Peña y Luisa García Noriega, también venden en las calles del centro. “Por allá están”, manifiesta Diego mientras mira atentamente a cada taxi que pasa y cada persona que transita. Muy atento a su pequeña bolsa de dulces, Diego espera a que nadie lo ignore. Sin embargo, no basta con solo estar sentado y mirar. Por esa razón, él no calla y, de manera avispada, seduce a los transeúntes con una voz delicada que hasta el más duro de los hombres se conmovería.
¿Dónde vives?
En el Alto Trujillo.
¿A qué hora terminas de trabajar aquí?
Desde las siete hasta las nueve de la noche.
¿Cómo haces para regresar a tu casa desde tan tarde?
Me voy en colectivo nomás.
¿Cuánto tiempo llevas trabajando?
Dos meses recién.
Son diez soles diarios lo que gana al día. No se puede quejar, le gusta lo que hace y es que, ya encontró nuevos amigos. Unos de ellos, es su mejor amigo, César. Diego dice que la otra vez se peleó con él porque César es muy espeso y la última vez le dio un puñetazo en la cara. Los dos están aún peleados.
Una de las aspiraciones de Diego es ir a la universidad y sabe que si persevera mucho lo logrará. Lamentablemente, cinco de cada diez niños realmente lo logran. La educación aun sigue siendo un asunto a tratar profundamente porque anda muy mal.
¿En qué colegio estudias?
Yo, acá en el colegio Municipal. Queda por el mercado Unión.
¿En qué grado estás?
En quinto grado de primaria.
¿Qué quieres ser cuando seas grande?
Quiero ser policía y también abogado.
¿Por qué quieres hacer eso?
Para agarrar a los choros que paran por mi casa molestando.
Su hermanito se llama Eduardo y es cuidado por Diego cuando él no está ocupado. “Mi hermanito también va a ser policía como yo”, dice el humilde niño con un rostro maltratado por el cansancio y la falta de higiene.
El Perú, afortunadamente, viene disminuyendo su nivel de pobreza, la que, de afectar al 44.5% de su población en el año 2006, ha pasado a afectar al 39.3% en el 2007. Ello le ha permitido descender un puesto en este poco halagüeño ranking, pasando del puesto 9 al 10. No obstante, se debe señalar que el porcentaje de nuestro país se ubica aún muy por encima del promedio latinoamericano, el cual es de 34.0%. A pesar de la crisis mundial financiero del año pasado (2008), nuestro país se sabe mantener y no se ha producido un incremento en los niveles de pobreza en nuestra ciudad y otros pueblos.
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